Salgo de Rosa Montero y me zambullo en Alejandro Palomas sin dejar de hablar de mi ewok. Insisto en el milagro de la estructura. Utilizo esa palabra a propósito: milagro. Me parece increíble que la novela funcione. Fondo y forma. Ese matrimonio en el que, solo por convivir, uno acaba modificando a uno y uno al otro. No, yo no la elegí, digo. Apareció. F…
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