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Te puedes a todo acostumbrar

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Crónica de un reencuentro, una vida ejemplar y algo para escuchar

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Pedro Ramos
may 16, 2025
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Un trocito de vida

Risto

Hacía diez años que no nos veíamos. Sigue igual. Con canas, dos hijos, gemelos. Los mismos chistes. Terribles. No sé los idiomas que habla (con sus hijos siempre en finés) y alguno que se inventará. Ahora desmonta palabras. Des/monta. Incluso me ofrece este juego para uno de mis libros. Por ejemplo, el verbo desear, dice. Des/ear. Yo eo querría decir algo así como yo detesto. No puedo evitar sonreírme. A mí solo se me ocurren verbos con “des” que significan algo. Desayunar: romper el ayuno. Ayunar existe, digo derrotado. El sigue con su lista mientras caminamos por un barrio de Málaga de esos que los turistas nunca llegarán a saber que existe. Me gusta, dice convencido. Es un barrio humilde. Acierta de pleno. Estamos al norte de la ciudad, entre Las flores y Mangas Verdes. Nos detenemos junto a una pared amarilla, seguimos charlando mientras esperamos que Lau aparezca. Hace diez años nos habríamos metido en un bar y habríamos pedido una Estrella de Galicia. Ahora no toma alcohol para estar al cien por cien con sus hijos. Imagino que cuando sale por ahí, después de un concierto, alguna caerá. No pregunto. Tampoco le digo que yo tampoco bebo, que no recuerdo cuando tomé la última cerveza y que no lo echo de menos. Hablamos de verbos. Me pregunta por mi rutina. Me confiesa que escribe jazz, se me amontonan las preguntas, no hago ninguna y le digo Estoy aprendiendo a tocar el piano. Suena ridículo dicho a alguien que es músico profesional. Pero es cierto: estoy aprendiendo a tocar el piano. A los cincuenta y uno. Por el mero placer de hacerlo. Qué difíciles son los arpegios. Me he quedado atascado en la mano izquierda. He añadido una nueva canción a mi repertorio: la versión para monos de “Never Gonna Give You Up” de Rick Astley. A dos manos. Me gustaría preguntarle algún truco para aprender solfeo. Pero se me olvida. Aparece Lau.

Hemos caminado en dirección contraria a donde ella ha aparcado en doble fila. “Málaga, un infierno para moverse en coche” podría ser la próxima campaña publicitaria. Risto sonríe mostrando su dentadura perfecta, sus ojos pequeños se hacen todavía más pequeños y su pelo rubio, fino, recogido en una coleta. Ahora que habla con Lau puedo observarle con más calma. Sigue igual. Quizá diez años más viejo. El vikingo, que ya practicaba la siesta en su país, tiene dos hijos, hace chistes malos y enriquece el castellano con sus palabras inventadas.

Hace trece años, los cuatro de aquí arriba (de izquierda a derecha: Manu Conde, Pedro Ramos, Juan Vázquez, Risto Vuolanne) poníamos música a la palabra. Hasta grabamos algunos temas. Puedes escucharlos aquí.


Algo para ver

Los sueños de Pepe

Ha fallecido Pepe Mújica. Muchas personas no saben quien fue. Normal. A algunos les sonará su nombre. Llegó a ejercer como presidente de un pequeño país llamado Uruguay. Antes había sido guerrillero y preso político. Yo lo descubrí en un documental. Hace tiempo. No me podía creer que el presidente del gobierno de un país hablara de esa manera. Viviera de esa manera. Tuviera esa biografía. Pues sí. Y ahora la noticia de su muerte lo ha vuelto a traer a mi memoria. Un filósofo rural. Muy leído. Fiel, solo, a sí mismo. Socialista. Estoico.

En una de sus últimas entrevistas dijo:

El problema es que el mundo está dirigido por ancianos que olvidan cómo eran cuando eran jóvenes.

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