Hacemos la compra donde Rafa y, como todas las semanas, llenamos una caja grande de fruta y verdura de temporada. Es época de mangos, pero estamos esperando a que maduren los de Adolfo. Los últimos aguacates de la temporada están demasiado caros. Hemos dejado de comprar tomates ecológicos porque los otros cuestan la mitad y todavía saben a tomate. Ciruelas, paraguayas, melón, uvas, plátanos, calabacín, pepinos, berenjena, apio, puerro, ajos y cebollas, pimientos, zanahorias completan la caja. Los higos, prohibitivos. Es temprano para la calabaza. El total roza los cuarenta euros, no hace mucho eran treinta.
Qué caro está todo, dices. A este paso…
Todavía nos faltan los frutos rojos, las judías verdes y la remolacha de bote porque salen mucho más económicas. Nuestra dieta consiste en tres piezas de fruta diarias, verdura como acompañamiento para la comida y verdura como plato principal para la cena. Algo de carne, mucho pescado de tamaño pequeño (ahora lo compro los viernes a Francisco) y legumbre. En verano, en ensalada. Casi siempre lentejas porque se nos olvida poner los garbanzos en remojo y le hemos declarado la guerra a los conservantes. Es difícil, casi imposible, encontrar conservas sin sulfitos, potenciadores del sabor o cosas peores. Y, cuando lo encuentras, tienes que rascarte el bolsillo. Queso, kéfir, chucrut, kombucha son todos nuestros caprichos. Y el pavo para Telma.
Lo que está caro es comer sano, respondo.
Y nosotros somos dos, dices. ¿Te imaginas un matrimonio con hijos?
Me lo imagino. Hacer una compra consciente en estas circunstancias se convierte en una cuestión moral. ¿Por qué vas a elegir pan integral en lugar de pan blanco (el pan de masa madre no entra en la ecuación)? ¿Por salud? Me imagino al padre en cuestión mirando los precios y diciendo “Qué más da, si los dos llevan conservantes”. Tiene razón: comprar el pan, cualquier tipo de pan, en un supermercado es poner el listón demasiado bajo. En las grandes superficies, sucede lo mismo con la fruta. Es más barata, pero la fruta no sabe a fruta. Una vez se lo pregunté a Rafa y me dijo que es porque pasa mucho tiempo en cámaras. Lo incluí en una novela. Son esos detalles en los que pocos lectores reparan. La mayoría de los lectores leen con ansía, sólo quieren saber cómo termina. Con el tiempo que me ha llevado escribir cada palabra, elegir cada frase.
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