Atravesamos Andalucía incandescente y llegamos a Úbeda. Más de treinta grados a la sombra. Cuando Emilio me dijo que el encuentro sería en el IES Los cerros, le pregunté si estaba de broma. Es cierto: el instituto se llama Los cerros y está en Úbeda. Es el primer encuentro que hago con lectores de Un ewok en el jardín y estoy nervioso. Tengo muchas ganas de saber lo que piensan ellos, los alumnos, del libro. Han engalanado el salón de actos con frases mías, más tarde sabré también que han hecho marcapáginas. Sus frases favoritas son:
. Los amigos son la familia que eliges.
. La vida es lo que tú quieres que sea.
. Cada día es una oportunidad para aprender y ser mejor persona.
. Si cambias lo que haces a diario, cambiarás tu vida entera.
. El llanto es una señal inequívoca de que estás vivo.
Les digo que no todas esas frases son mías, que pueden encontrar la fuente original en el libro. Ojalá, por mí culpa, terminen leyendo a David Foster Wallace o Alejandra Pizarnik. Poe, Stephen King o Cortázar. Ojalá terminen leyendo. Lo primero que hago es preguntarles de dónde viene la expresión “los cerros de Úbeda”. Uno de ellos (recuerdo su nombre, pero prefiero no mencionarlo) me contesta. Lleva las uñas de las manos pintadas de negro. Le doy las gracias y le digo que me gustan sus uñas. No será el único con el que hable de sus uñas. Durante la firma, me fijo en que otro lleva todas las uñas de negro, excepto una de ellas, roja. Le pregunto si significa algo. Me dice que no, que sólo le gusta cómo queda. Charlamos. Le dibujo su gato (dibujo tan mal que no hay dos gatos iguales) y le deseo suerte. Todavía tengo la oportunidad de conocer las circunstancias de varias personas más. Una de esas personas ha empezado la transición. Le pregunto su nombre. Me equivoco de género, le pido perdón. Le pregunto si le apoyan en casa. Nos emocionamos. Lloramos. Nos abrazamos. El siguiente chico de la fila tiene la prudencia (y la educación) de esperar a que respire hondo para dirigirse a mí. Le doy las gracias. La firma debe continuar, más gatos, más fotografías y más emociones. Una hora y media después, las profesoras que lo han organizado todo y Miguel Ángel, el comercial de edebé, salimos del salón de actos. Quiero saber más sobre su trabajo. Sobre las personas que acabo de conocer. Las profesoras me cuentan. Escucho, tomo nota mental de todo lo que me dicen. Para mi novela. La próxima.
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