Se me olvidó contarte que, el otro día, en uno de mis paseos por la playa, más allá de Casa Matilde, vi a dos ancianos muy ancianos y arrugados, arrugados. Ella llevaba un vestido azul de algodón que le llegaba hasta los tobillos y él, un bañador azul y blanco, tan blanco como su piel octogenaria. Tenía los tobillos hinchados, una gran tripa y la mirada…
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