En la versión definitiva de Las malas películas (en septiembre, en las mejores librerías) el personaje de la librera ha quedado reducido a, solo eso, una librera. En versiones anteriores este personaje cumplía, además, una función: confidente. Hasta tenía nombre, Almudena. Me servía para hablar, un poquito más, del conflicto de Alfonso y meterme, un poquito más, con el mercadeo editorial. En la versión definitiva he suprimido un capítulo entero, que estaba como a la mitad de la novela, donde se van de cañas. Recuerdo perfectamente cuando lo escribí. El día después de uno de esos encuentros con escritor a los que tanto le gusta acudir a la gente. Al releerlo, me he dado cuenta de que funciona por sí solo. Con un poquito de trabajo podría ser un cuento de esos modernos que ahora llaman “anécdotas”. Juzga tú misma.
La palabra “mamandurria” me la dijo el escritor. Y amigo. Que prefiero mantener en el anonimato.
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