Madrid, Tirso de Molina. Todavía tengo la sensación de que Fernando Marías podría aparecer en cualquier momento. Paso por la puerta de la cafetería donde quedamos a tomar el último café que quedamos a tomar. Y me asomo a su interior. Por si acaso. He quedado con otro amigo, otro escritor, en la puerta de los cines X que había en la calle Duque de Alba, ahora una sucursal del Banco Sabadell. Llego demasiado pronto. Continúo mi deambular hasta el Mercado de la Cebada y hago una fotografía de la piscina cubierta. Te la envío. Algún día tenemos que nadar aquí, escribo. Entro en el mercado, me alegra ver que se mantienen muchos puestos abiertos, que hay gente comprando. Vida de barrio. Salgo y recorro la Cava baja hasta su intersección con la calle del Almendro. Respiro. Me doy ánimos a mí mismo. Miro el reloj. Tengo tiempo. Avanzo por la calle del Almendro y giro a la derecha, me detengo. Ahí está el portal, el número 5. Nuestro primer piso.
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