—No dejo de darle vueltas a lo del otro día —había pasado un mes, pero él sentía aquello como si hubiera sido ayer—. Y quería volver a disculparme. Estaba en casa y no podía dejar de pensar así que me he dicho “Voy, tengo que hablar con ella”. Y aquí estoy. Porque prefiero decirte lo que pienso aunque luego no volvamos a vernos que quedarme con esto dentro. Luego tú ya si eso no tienes por qué volver a dirigirme la palabra, pero necesito saber qué es lo que te he hecho. Porque sé que te gusto, como tú me gustas a mí, pero al mismo tiempo me miras de una manera que me hace sentir fatal. No sé, quizá sean solo imaginaciones mías, pero por eso acabo siempre diciéndote lo que te digo y luego me acabo sintiendo mal. Y supongo que tú también.
El discurso, atropellado, continuó hasta que Victoria consiguió que la escuchara.
—¿Podemos ir a algún sitio?
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