La dificultad de hacerse entender
De Baricco a Josep Pla pasando por Antonio Fontana y Adela
Tengo varias entradas pendientes para este diario que no lo es tanto: Adela y Baricco, el reventón, celebrar el 28 aniversario comiendo arroz con Eduardo, libros, películas, calmar la mente del mono, ese CD que me recomendó Juan, acupuntura, el susto del cojo… Apenas mil palabras para contar una semana es demasiado poco. Intentar condensarlo en cinco puntos, una ilusión. Me permite elegir la palabra, ser más concreto, dedicar menos tiempo a este pasatiempo. Experimento. A mi amigo Antonio Fontana se le quedan cortos. Reconozco que echo de menos perderme en la frase ambigua, simulada, que sugiere sin ser gráfica, donde se intuye sin llegar a adoctrinar. Palabras. Juegos de. ¿Será esto la literatura? Hay un puro disfrute en leer sin llegar a ningún sitio, es a la mente lo que el adorno fatuo a la vista.
Podría llenar esta página de divagaciones similares, enlazadas, como un racimo de uvas, donde una te lleva a la siguiente. Podría dotar este texto de ritmo para que el lector lo bebiera como la música que estoy escuchando ahora mismo. Tardaría dos, tres mañanas en conseguirlo. A ratos me descubriría pensando en esto. Volvería a abrir el documento para cambiar una palabra, acortar una frase. ¿Una coma? Y así llegaría el jueves por la tarde, la fecha límite que yo mismo me he impuesto, para copiarlo, maquetarlo y dejarlo programado para la mañana del viernes. Durante mucho tiempo, las 11:11. Un portal. Una broma. Una gracia que nadie tiene que entender. De agosto a septiembre lo hice de otra manera. Nadie se dio cuenta. El universo no tembló y la energía siguió fluyendo. Desordenada. En este caos que llamamos universo y que intentamos entender parcelando. Hacemos lo mismo con el ser humano. Con la escritura. Lo dividimos en partes, pequeñas, diminutas, buscamos la causa y su efecto e intentamos extrapolarlo a su conjunto. En un afán por entender lo que no tiene explicación, comprender lo que no tiene sentido. Porque ahí, en ese punto, es donde la escritura se convierte en literatura, donde la vida merece ser vivida y el universo se sigue expandiendo. O no.
He vuelto a hacerlo. Divago.
Adela me escribió un correo preguntándome por aquello que había escrito sobre Baricco. Lo había publicado en mi web (la anterior a estos artefactos) cuando estaba empeñado en compartir mis mejores lecturas con el resto del mundo, en convencer a los demás de que tenían que leer este o este otro libro. ¿Vanidad? ¿La única forma de exhibir lo leído que es uno? No lo descarto. Hace mucho tiempo de aquello. Colaboraba en un periódico (de los de papel), en alguna web, en un programa de radio (qué bien me lo pasé con Fernando Molezún) y luego utilizaba todo este material en mis talleres de escritura. A este material lo llamaba “Expediente” y trataba de condensar la obra y milagros del autor en cuestión. Porque, en esto estoy de acuerdo con Borges, somos enanos a hombros de gigantes. Y estudiar a gigantes como Baricco, Capote, Bolaño, etc. me permitía aprehenderlos. Solo si eres capaz de explicarlo es que entiendes algo de verdad. Pues eso.
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