Un trocito de vida
Las mañanas que no escribo
Iba a escribir sobre los mirlos y Felixa.
No es buena idea que hagan el nido en el porche de los vecinos. Ya la veo relamiéndose. Con el rabo encrespado, buscando la manera de subirse (puede), a la espera de que la pareja de mirlos decida si lo hacen o no. No es buena idea, les digo en voz alta mientras Lau termina de prepararse para ir al trabajo. Son las ocho de la mañana. Todavía hace buena temperatura para sentarse en la alberca y mirar el cielo, sentir el mismo viento que mece las ramas de la buganvilla. En estos momentos, Felixa suele venir conmigo, subirse a mi regazo. Pero hoy la pareja de mirlos salta impaciente por el porche del vecino. Y Felixa me ignora. Subida al muro. Si cayera, Linda y Luna darían buena cuenta de ella. Un perro salchicha y un perro de aguas. Lo intentarían, al menos. Felixa sabe a lo que se expone. Seguro que ha vivido situaciones más peligrosas. Arriba, los pájaros. Abajo, los perros. En el medio, Felixa. Creo que nunca había escrito sobre los perros de mis vecinos. Creo que al mirlo sí le había puesto nombre. Al principio de la Era Felixa.
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