Han vuelto los mirlos. El más claro sigue igual de despeluchado, el oscuro, quizá más delgado. Las currucas, las dos, juegan en el galán de noche a la hora del almuerzo y los gorriones, después de comer. Descarados, pasean a saltitos por el patio hasta el sumidero. Y vuelven en sentido contrario. Bajo su peso, las ramas se comban hasta casi tocar el sue…
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