Héroes 2037
Empezamos a escribir una novela mucho antes de lo que creemos hacerlo. De alguna manera, la novela ya está en nosotros, nuestro trabajo es ir encajando las piezas. Unas piezas que ya estaban ahí. Y no nos habíamos dado cuenta.
Durante una comida, donde me atreví a compartir lo que estaba escribiendo en ese momento (algo que nunca hago), Miguel mencionó que Irene Nemirowski había hecho algo parecido con su Suite francesa y fue entonces cuando me di cuenta de que, aunque esta novela no me servía de referencia, había una pieza que sí encajaba: la génesis de esa novela. Durante el curso pasado, preparando otra novela de esta autora, El baile, para el Club Literario de Torremolinos, había leído las vicisitudes del manuscrito y quedé impresionado, para luego, como suele pasarme con casi todo, olvidarlo. O dejarlo archivado en algún rincón de mi mente, desde donde había estado trabajando en la sombra.
Después de conversar con Miguel, comparé lo que sabía de aquello y mis notas para Héroes 2037. La madre de las hermanas Wilson se llamaba Irene, había una maleta, la madre moría, Ana se quedaba con la maleta. Solo tuve que pulir lo que había escrito para que todo terminara de encajar.
En esa misma comida, Marta contó una anécdota familiar, la que contaba su abuelo Paco, y la abuela. Con permiso, se la he atribuido al bisabuelo de Teseo. En memoria de todas aquellas personas que fueron asesinadas por sus ideas y de las que no están dispuestas a matar por las suyas, de aquellas personas valientes que no necesitan empuñar un arma para luchar contra la injusticia. Esa, y no otra, es la parte que más me impresionó de la Desbandá, la historia de mas de 100.000 personas que, sin la crónica de Norman Bethune nos parecería tan irreal como la proeza del farero de Torre del Mar, Antonio Vilar (convertido aquí en un hacker capaz de sabotear una red de satélites). Mi admiración y agradecimiento.
Esta novela es, nada más, una ficción y como tal he necesitado dramatizar algunos pasajes, inventar personajes y crear diálogos que acercasen al lector un suceso que se repite en todas las guerras: la migración forzosa de la población civil, su asesinato y la transformación en refugiados de los que consiguen sobrevivir.
Sucedió aquí al lado de donde escribo estas líneas. Lo descubrí por casualidad, porque me vine a vivir a esta casa con jardín. Algunos me dijeron que 85 años era demasiado tiempo, otros que son cosas de la guerra que nadie quiere recordar. Incluso Reina Duarte, editora y amiga, me advirtió: la guerra civil española no es un tema que interese. Por eso agradezco todavía más su valentía al publicarlo.
No he escrito este libro por revancha, para ajustar cuentas ni señalar culpables. Lo he escrito porque creo que, si conocemos la historia, no volveremos a repetirla, porque estoy cansado de que aceptemos hablar de las guerras de los otros y no de las nuestras. Lo he escrito porque estaba sucediendo, otra vez, en la guerra entre Rusia y Ucrania mientras yo escribía este libro. Ojalá los supervivientes entiendan, mejor que nosotros lo hemos hecho, que no se debería afrontar el futuro sin sanar las heridas del pasado. Nuestras cicatrices son una parte de nuestra memoria, no son bellas, pero son mejores que las heridas abiertas.
Si quieres saber cómo encaja todo esto en una novela, tendrás que leer Héroes 2037. Las primeras páginas, gratis, aquí.


