Hace un millón de años, más o menos, Miguel me prestó un par de libros. Desde dentro, de mi admirado Martin Amis, y La herencia de Vigdis Hjorth. A finales de julio, nada más terminar el curso, me puse con Desde dentro y no me gustó lo que me encontré: Amis jugando a ser Carrère. ¡Pero se trataba de Martin Amis! Así que leí otras cien páginas. Después, me tuve que marchar a Avilés, al Festival Celsius, y de ahí me iba a Casa Orieta para terminar la novela LVSDLA (nombre en clave) y después empezábamos nuestras vacaciones por Galicia y Portugal. Decidí no llevarme el libro. Seiscientas páginas, ocuparía demasiado en mi pequeña maleta. Excusas. Mi subconsciente. A nuestro regreso, el libro seguía esperándome en la mesa del salón. Ni siquiera Telma lo había marcado con sus colmillos. Aún así, leí otras cien páginas antes de abandonarlo. Conclusión: me reafirmo en mi idea de que no podemos hablar de tal o cual autor, debemos hablar de tal o cual obra.
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