Es más hermoso cantar
Ha muerto un poeta, de los de guitarra eléctrica. Él era el único que me entendía aquellas tardes en Cáceres, cuando salíamos del cuartel en estampida y nos escondíamos en tugurios malolientes, donde hacía durar mi mini de cerveza, mientras miraba de reojo a la camarera y ululaba “So payaso”. Con la hora justa volvíamos en coche, seis o siete reclutas allí metidos, cenábamos el rancho que tocara y pasábamos revista mientras, todavía etílico, tarareaba para mis adentros los versos de “So payaso”.
Esta semana que todo el mundo llora a Robe, también ha muerto Jorge Martínez, el líder de Los Ilegales. Así de injusta es la vida del artista. Ambos pasaron su vida de un lado a otro, cantando sus versos a quien quisiera escucharlos, ambos escribieron una trayectoria más que sólida en el rock español y forman parte de su historia. Y sin embargo.
El viernes pasado fuimos al teatro. Manuel Liñán, al que habíamos visto en Marbella con “Muerta de amor”, presentaba su nuevo trabajo, “Bailaor@”, fruto de la residencia artística que le había concedido el Festival Flamenco In-Progress de Torrox. Ya he hablado de esta maravilla aquí antes. Colofón por todo lo alto. Liñán baila lo que quiere y es capaz de transformarse en una mujer, un hombre y, si se lo propusiera, en un extraterrestre o un orangután. Así maneja su cuerpo. Y la bata de cola, el abanico, las flores que salen disparadas, los tacones, la silla se le resistió un poco, como el mismo bromeó al final el espectáculo, durante el coloquio con el público. Un gesto tan generoso como obligado. Imagínate, después de estar una hora y cuarto dándolo todo, tener que salir sin ducharte, toallitas mediante, a que te hagan las mismas preguntas de siempre. Como público se agradece, pero no sé yo si me haría mucha gracia.
Pero no voy a hablar de lo que todos saben.
Hubo dos momentos del espectáculo que quiero dejar aquí escritos.
El primero, cuando se abrió el telón y reconocí a uno de los bailaores que habíamos visto en Marbella. Es el alto, le dije a Lau, gratamente sorprendido. Me había llamado mucho la atención. Con su uno noventa y esos brazos y esas piernas, ¿cuántas veces le habrán dicho a ese chico que se dedique a otra cosa? Pues ahí está. Será porque canta muy bien. Porque en “Muerta de amor” tan pronto bailaban, como cantaban. Y porque soy un ignorante.
El segundo momento sucedió más o menos a la mitad del espectáculo. El chico alto, sentado al lado del guitarrista, entonaba una canción. El resto del escenario vacío. Para que lo escuchases. Después, Liñán, con toallitas y chándal, explicó que era un mix, pero no me adelanto. El alto empezó a cantar y la guitarra, suave, le acompañaba. Decía algo de la flor del romero, de la rivera y después
Que nadie vaya a llorar
el día que yo me muera
es más hermoso cantar
aunque se cante con pena.
Que nadie vaya a llevar
ni flores ni ropa negra
no me vayáis a enterrar
para pudrirme bajo tierra.
Es más hermoso cantar
mientras mi carne se quema.
Y luego me ofrecéis al mar,
al aire o sobre la arena
o un jardín, me da igual,
pero cuando yo me muera
que nadie vaya a llorar.
Pero no lo hizo así. Repitió algunos versos y se enredó con la guitarra en un diálogo. Que nadie vaya a llorar, el día que yo me muera y volvía con los versos de la rivera y el romero para, otra vez, ni flores ni ropa negra y, como ahora que escribo esto, primero sentí esa congoja en el estómago y ese punto en la garganta, como que se te cierra, y los ojos que se llenan de lágrimas, despacio, hasta rebosar. Será cabrón el tío alto este, que me está emocionando, pensé. Y apreté fuerte la mano de Lau, a mi derecha, mientras me dejaba llevar. Puf.
El tío alto que cantó el mix se llama Miguel Ángel Heredia, un bailaor flamenco muy reconocido. Ahora lo sé. Mezcló dos canciones/poemas que Lau, cuya cultura musical es muy superior a la mía, buscó para mí: “La flor del romero” y “Que nadie vaya a llorar”.
El autor de “Que nadie vaya a llorar” es Manuel Molina. Cuando falleció en 2015, uno de los periódicos más importantes de la época publicaba el siguiente titular: “El flamenco pierde al guitarrista y cantaor que revolucionó el género con su nueva poesía”.


