El martes debía impartir un taller sobre Rafael Pérez Estrada. Ese día los institutos hicieron huelga. Protestaban contra todo lo que está mal y a sabiendas de que vamos a peor. Me temo que nadie les escucha. La enseñanza pública sigue su caída en picado. Sálvese quien pueda. Es decir, nadie. Para los que creemos en la educación como uno de los pilares de la sociedad es cada vez más triste contemplar esta crónica de una muerte anunciada. Nos sobran los motivos.
Aplazamos el taller, Brevedades, para el jueves. Fue en la Biblioteca Pública Municipal Damaso Alonso, en Ciudad Jardín, Málaga. Uno de esos barrios donde no llegan los turistas. El cuarto de la ciudad en renta per cápita empezando por la cola. Aún así, no faltan los bares llenos, las peluquerías. Un barrio, como diría un chico de Entrevías, de toda la vida. Sus calles no parecen un decorado, sus locales tienen, cada uno, su propia personalidad y no ese tufo a franquicia que emana del centro de Málaga.
En uno de estos locales, hasta hace poco, tenía su estudio nuestro amigo Enrique. Ya no está. Se ha ido. Eufemismos para evitar la palabra.
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