El precio de la gloria
Chicharras, una llamada al amor, infancias olímpicas y nunca es tarde para florecer
Chicharras
Esta semana Lau me mostró una chicharra en el ficus viejo, el que estaba en la casa cuando llegamos. Sigue enfermo, pero sigue. Ahora con chicharra. Qué feas son. Nunca había visto una de cerca. Su canto (debe ser un macho intentando atraer una hembra) no impidió que nos echáramos la siesta. Nos estamos levantando sobre las seis y media y, después de comer, es necesaria una pausa para coger fuerzas para lo que queda del día. Y el sopor. Esta semana ya ha empezado a hacer calor (llegó el verano) y tuvimos “terral” (el año pasado se batieron varios récords). A pesar de (o gracias a) las margaritas han vuelto a florecer, el rosal que trajimos de Los cortijos ha agarrado y la gerbera ya tiene su sitio en el arriate, junto al limonero que ahí sigue.
—Podíamos plantar los claveles —le dije a Lau.
Acabábamos de despertarnos de la siesta y había puesto las piernas en alto, sobre el respaldo de la chaise longue.
—Todos juntos —continué— formando un ramillete.
—Ahora están muy bonitos. Lo hacemos antes de irnos, así tienen una maceta menos que atender.
Tenía razón. Era lo más práctico. Pensé que el mejor sitio sería entre el limonero y el naranjo.
—¿Quieres café?
Lau asintió. Me levanté y preparé dos descafeinados (todavía seguíamos sin cazo de uno). Nos gusta añadirle canela y rellenar la taza con una bebida vegetal. Esta semana tocaba de arroz, según Yuka, la más saludable del Mercadona. Me senté en la silla que nos regalaron Dani y Elvira, mientras Lau lo hacía en el suelo y se preparaba para leer otro rato, antes de irse a trabajar.
—Joder, lo del coche nuevo —dijo.
—¿Qué pasa?
Volvió a leer el fragmento de Un hogar (casi) libre de tóxicos mientras me resumía en voz alta:
—Si acabas de tener un bebé y estás pensando en cambiar de coche, es mejor que compres uno de segunda mano porque los nuevos sueltan un montón de sustancias cancerígenas.
El precio de la gloria
A Lau le gustan los documentales. Cuando ella elige, toca película de época (romántica casi siempre) o documental (con tintes sociales casi siempre). No soporta, en general, las películas de dinosaurios y cualquier cosa que se parezca a La guerra de las galaxias (¿hay algo mejor para un sábado por la tarde?). Después de esta aclaración, Lau eligió El precio de la gloria un documental muy interesante sobre el entrenamiento de niños en el deporte de élite.
Nos encantó. Como te imaginarás, no es oro todo lo que reluce. Muchas veces he escrito aquí que sin esfuerzo no se puede conseguir nada. Es cierto. Pero si ese esfuerzo daña tu integridad física o mental, tienes que mirártelo. Y si daña la salud de un menor, mucho más.
Este documental no habría sido posible sin un grupo de gimnastas que dijeron “Hasta aquí”. Hay también un nadador, futbolistas, etc… Para saber más, tendrás que ver el documental. Está disponible en la aplicación de RTVE. Sobresaliente.
Nunca es tarde para florecer
Después de ver el documental, salimos al jardín. Allí estaba Felixa, que nos recibió con un endecasílabo de maullidos. Como siempre, ella nos aportó su punto de vista gatuno.
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