La parte final de corregir una novela siempre consiste en eliminar. Aquí, por ejemplo, se me veía demasiado el plumero.
Porque incluso las niñas pobres, las más pobres, cumplen años. Aunque no lo celebran en parques de bolas o con castillos hinchables o invitando a actores disfrazados de payaso. Entre otras cosas porque a principios del siglo XIX todavía no se había inventado la horterada de los parques de bolas, los castillos eran de piedra, no de plástico, y ningún niño, ni los ricos ni los pobres, tenía una piscina en su jardín a la que invitar a sus amigos de clase para que un payaso (que sí existían, pero en el circo, que es donde tienen que estar los payasos) les hiciera reír mientras comían basura como patatas fritas y gusanitos.
Francesc Miralles, uno de esos autores a los que merece la pena seguir en esto de Substack, escribía hace una semana:
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Artefactos para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.