Efectos secundarios de la lectura en el siglo XXI
24 de octubre, Día de las Bibliotecas. Con esta excusa, la Biblioteca del Centro Cultural Pablo Ruiz Picasso de Torremolinos abre sus puertas a más de 100 adolescentes y quiere que yo les diga unas palabras. Allí estaré.
Después, AVE mediante, presentación a las 19 horas en la librería El faro (C/ Gaztambide, 24. Madrid) de Código 9 junto a mis admiradas Mónica Rodríguez y Rosa Huertas. Hablaremos de mi libro, pero también y más importante del que acaba de publicar Rodríguez, Por estar allá arriba. Una delicia.
No tengo ni idea de lo que diremos. Te lo cuento en el próximo artefacto. O no. Lo que sí sé, más o menos, es lo que voy a contar en la biblioteca. Aún a riesgo de que algún alumno aventajado utilice este texto como suyo propio, quiero compartirlo contigo. Otro día tengo que contarte esta traición. Me recuerda mucho a aquella anécdota del chófer de Max Planck, premio Nobel de Física. Pero esto será otro día. Hoy toca hablar de los efectos secundarios de la lectura en el siglo XXI.
Mi nombre es Pedro Ramos y soy escritor. Es decir, vivo del cuento, así que no tengáis en cuenta nada de lo que diga.
Pensaréis “OH, escritor”, seguro que en su casa había un montón de libros y sus padres invitaban a tomar el té a intelectuales y artistas. Nada que ver con la realidad. Me crié en un barrio tan chungo que hasta han hecho una serie de televisión. Que no he visto. Mi madre trabajaba limpiando oficinas y yo mismo he limpiado oficinas y trabajado de conserje en un edificio de niños pijos. Fregando escaleras. Y no se me caen los anillos.
Ahora podría contaros mi vida hasta llegar aquí y ahora, pero no quiero aburriros. Lo resumiré todo en una linea: Que yo esté aquí hoy es gracias a los libros. Podría decirse que es un efecto secundario de la lectura, porque la lectura es más importante que el estatus socioeconómico de la familia. La lectura te puede sacar de la pobreza, económica y mental. Una vez leí una frase que se me quedó grabada:
Palabras pobres, pensamientos pobres.
La falta de vocabulario condiciona el aprendizaje, tu capacidad para comunicarte de forma oral y escrita e incluso tu relación con la realidad. Si no puedes nombrar algo es como si no existiera para ti.
¿Me creéis?
Ahora todo el mundo anda como loco porque hay una aplicación, una Inteligencia Artificial —dicen— que puede convertir tus ideas en una película.
Hagamos una prueba: un caballo blanco irrumpe en el salón de actos en este mismo momento.
¿Alguien lo ha visto?
Supongo que todos. No hace falta que os descarguéis la aplicación. Es tan fácil como imaginar. El problema quizá sea que cada vez imaginamos menos. ¿Por qué? Por la dictadura de la imagen. Dicho en bonito: “La palabra nos hace libres”. ¿Y cómo llegamos a las palabras? Leyendo.
Sigamos al caballo. ¿Cómo era? ¿Te fijaste en los detalles? Hay caballos y caballos. Si fuéramos un director de cine, un oficio en peligro de extinción por lo que parece, tendríamos que hacer un casting de caballos para encontrar el caballo que tenemos en la cabeza. Una vez encontrado, hablar con su dueño, pagarlo y traerlo hasta este salón de actos. Pobre caballo.
Consejo para los creadores de la aplicación: pueden poner la advertencia esa de “Ningún animal ha sufrido daño alguno durante la creación de esta película”. Un punto a su favor.
Sigamos con la película.
Al estilo tradicional, una vez que hubiéramos conseguido traer el caballo hasta aquí, tendríamos que preparar el set. La iluminación, el encuadre, la posición de la cámara… El sonido. No sé vosotros, pero en mi película se escucha el sonido de un tren de Alta Velocidad mientras el caballo blanco irrumpe en el salón de actos. Y otra cosa muy importante: la interpretación del caballo. No es lo mismo que el caballo entre “poniendo morritos de selfie” que “con el ceño fruncido, Azucena”.
Supongo que la aplicación de cuyo nombre no quiero acordarme tomará todas estas decisiones por ti. Lo pones en plan automático y a correr. ¿O tendrás que explicarle todos estos detalles? ¿Tendrás que hacerlo con un montón de botones o introduciendo un texto? ¿Palabras? ¿En serio? ¿Tengo que explicarle con palabras a la Inteligencia Artificial lo que estoy imaginando para que el resto del mundo vea lo mismo que yo?
Un caballo blanco irrumpe en el salón de actos.
La palabra nos hace libres. Cada uno de vosotros ha creado su propio caballo blanco, con sus detalles, expresión y demás parafernalia. Tanta como puedas o seas capaz de añadir.
Por eso Harry Potter no se parece en nada a ese actor que eligieron para interpretarlo.
El problema es que la imagen da menos trabajo. Supone menos esfuerzo. El audiovisual nos convierte en seres pasivos mientras que la lectura, del peor de los bestseller que se te ocurra, incluso de este texto (de una calidad ínfima y escasa credibilidad) es un proceso activo. Y ya sabemos lo que sucede cuando algo cuesta, por poco que sea. Que nos resistimos a hacerlo. Nos hemos vuelto tan cómodos que, si no podemos conseguirlo pulsando un botón, nuestra mente empieza a generar un millón de excusas. Necesitamos que la recompensa sea a corto plazo, casi inmediato. Ver los resultados sin haber terminado el proceso. Queremos ganar el partido. ¿Y si no se trata de ganar? Solo de practicar deporte. Mi poema favorito dice así:
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
—como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
—envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Jaime Gil de Biedma
Poemas aparte. ¿Cómo vas a saber cual es tu deporte favorito si solo has jugado al fútbol?
Pues eso pasa con la lectura. Y menos mal. Como adivinareis por el título de esta charla, los efectos secundarios son terribles. Está comprobado científicamente, no es que me lo esté inventando yo.
En este mundo que vivimos, de TikTok, Instagram, Facebook, WhatsApp y demás cosas importantes que secuestran tu atención por unos segundos, todavía puedes encontrarte algunas personas con un libro entre manos. El otro día una chica me contó que se había leído Memorias de Idhún de Laura Gallego. La trilogía. Más de dos mil páginas.
Ay, pobre, pensé. ¿Y qué haces en una situación así? Cómo te pones a explicarle que lo que está haciendo, leerse un tocho de dos mil páginas, está modificando las conexiones de sus neuronas, aumenta la materia blanca de su cerebro, mejora la memoria, relaja el ritmo cardíaco, la actividad muscular y la respiración (por eso viene tan bien leer un ratito para coger el sueño, al contrario que mirar una pantalla). Pero no solo eso, leer amplia el vocabulario, educa nuestra atención, nos ayuda a ser más abiertos y tolerantes, comprender el mundo, fomentar la imaginación, desarrollar el pensamiento crítico.
Ay, pobre.
Solo faltaba que después de Laura Gallego a esta chica le queden ganas de seguir leyendo y desarrollar su potencial, conocerse a sí misma y definir sus propias metas. Esto con Netflix no pasa. Ni con Youtube. Por eso son tantos los padres que les endosan la tablet a sus hijos. Cuanto antes mejor. Con dos o tres años, ¿que el niño molesta? Pues le pones algo en la pantalla y que se entretenga. Es mucho mejor freírles el cerebro así, de pequeños. Que no les dé por pensar, imagínate que se aburre. Pensar por uno mismo está muy mal visto, mejor te haces un bailecito. No vaya a ser que se ponga a hacer preguntas. ¿Pero eso no te lo han explicado en el colegio? No sé a qué vas todos los días allí. Búscalo en Google. ¿Qué dice la IA?
¿Estoy exagerando? Me temo que no mucho.
El problema es que queremos que vosotros leáis y la mayoría de los mayores no leen. Fijaros que utilizo la palabra “mayores” y no “adultos”. Para mí son muy distintos unos de otros. Supongo que entendéis la diferencia.
¿Queréis ser como ellos?, ¿como los mayores o queréis ser adultos? Vais camino de ser peores. No es que los teléfonos móviles os hagan idiotas, que también: el coeficiente intelectual decrece desde 2010, año en el que los teléfonos móviles empezaron a venderse como churros.
Los libros ganan por goleada a cualquier pantalla: no necesitan electricidad, ni conexión a internet. Y, lo que es más importante, el autor de los libros que merecen la pena, los que puedes encontrar en la biblioteca, no es un generador de contenidos que tenga que pelearse con los demás por tu atención. Son libros que, en la mayoría de los casos se escribieron hace mucho mucho tiempo, y que todavía permanecen. Por algo será.
Por supuesto que se puede ser “mayor” y ser buena persona. No es incompatible. Puedes tener hijos, un coche potente, una casa grande, pero entonces llega un día y te dices “Ay, parece que me falta algo”. O no. Hay personas mayores que creen que lo saben todo y van como pollo sin cabeza toda su vida, comprando, vendiendo, con el único objetivo de ganar dinero, con la cabeza metida en su teléfono móvil, mirando pantallas, de un lado a otro a toda velocidad sin enterarse de nada. Incluso se atreven a dar consejos (dar consejos es lo peor que se puede hacer, creedme) porque como han cumplido años se creen que su experiencia es extrapolable a los demás. AY. Y te explican como ganar seguidores. Como triunfar en la vida. Como escribir un libro en una tarde.
Un “adulto” no hace esas cosas. Un adulto actúa de forma consciente, tiene su desarrollo personal como propósito e intenta que este influya de manera positiva en la sociedad en la que le ha tocado vivir. Y en este camino la lectura es un gran aliado. La buena noticia es que no necesitas leer todos los libros de la biblioteca. Ni siquiera la mitad. Basta con unos pocos. Elegidos. Pregunta al bibliotecario/a. O escríbeme un correo y te envío una lista de los libros que yo considero imprescindibles.
Para terminar, me gustaría leer las mejores 10 frases que he encontrado en estos libros. Algunas un poco retocadas. Y las voy cambiando de una charla a la siguiente. También puedes pedírmelas por correo. Sea como sea, siempre he creído que quedarían muy bien en una camiseta. A ver qué os parecen:
10. La escritura y la lectura son algo excepcional. Solo el 13% de las lenguas del mundo se escriben.
9. Crees que tu dolor y tu desamor no tienen precedentes en la historia del mundo, pero luego lees. James Baldwin
8. Una condición previa para leer buenos libros es no leer los malos: porque la vida es corta. Arthur Schopenhauer
7. Cuidado con las historias que lees o cuentas; sutilmente, por la noche, bajo las aguas de la conciencia, están alterando tu mundo. Ben Okri
6. Todo está en los libros, o casi. Pero no viene mal volver a leerlos para asegurarnos de que no se nos ha pasado nada por alto.
5. La lectura hace al hombre completo; la conversación, ágil; el escribir, preciso. Francis Bacon
4. Me gusta la gente sentipensante, que no separa la razón del corazón. Que siente y piensa a la vez. Sin divorciar la cabeza del cuerpo, ni la emoción de la razón. Eduardo Galeano
3. Ten el valor de seguir tu corazón y tu intuición. De alguna manera ya saben en lo que realmente quieres convertirte. Todo lo demás es secundario. Steve Jobs
2. Si no te apasiona el campo en el que estás involucrado, no tendrás la determinación o la perseverancia para competir con aquellos que sí lo están. Ken Griffin
1. Vive tu vida como si subieras una montaña. De vez en cuando mira la cumbre, pero no te olvides de saborear el camino. Sube despacio, firme y disfruta cada momento. Las vistas desde la cima serán el regalo perfecto tras el viaje. Harold V. Melchert


