¿Dices siempre la verdad?
Instrucciones para vivir, los cuadernos de Lanzarote y Guonderful, la gata feliz.
Una reflexión (sobre los trocitos de vida)
Presta atención, asómbrate, escríbelo
Cinco semanas dan para muchos trocitos de vida. Algunos están anotados, pero hoy no voy a volver sobre ellos. Recordar, contar o escribir sobre lo que nos ha sucedido, lo que hemos hecho, son formas distintas de revivir esas situaciones. Cada una tiene sus limitaciones.
Recordar. Todo el mundo sabe que la memoria hace trampas.
Contar. Por definición, pertenece a lo oral. Me aburren (con perdón) esas personas que no pueden parar de contar sus vacaciones (todas ellas llenas de experiencias).
Escribir. Hace falta más tiempo que para las dos anteriores. Si tienes un mínimo de talento, la mayoría de las veces acabas descubriendo algo. Parafraseando a Mary Oliver y sus instrucciones para vivir:
Presta atención.
Asómbrate.
Escríbelo.
Diario de lecturas
Cuadernos de Lanzarote I
Lo había empezado en casa, un tocho, pero lo metí en la maleta para terminarlo en medio de la montaña asturiana. Iluso de mí. Esta semana, de vuelta a casa, he podido terminar sus setecientas páginas. Interesante mezcla, extraño diario. José Saramago da pocos detalles de su vida personal, alguna opinión y son muchos los escritores y amigos que pasan por estas páginas.
La parte que más me ha interesado, escasa, es donde habla del proceso de escritura de Ensayo sobre la ceguera. Tengo que releerlo. También me han entrado ganas de volver a leer La saga fuga de JB de Torrente Ballester. Recuerdo que me encantó. Poco más.
Terminé ayer el Ensayo sobre la ceguera, casi cuatro años después del surgimiento de la idea, suceso ocurrido el día 6 de septiembre de 1991, cuando, solo, almorzaba en el restaurante Varina da Madragoa, de mi amigo Antonio Oliveira (apunté la fecha y la circunstancia en uno de mis cuadernos de tapa negra). Exactamente tres años y tres meses después, el 6 de diciembre de 1994, anotaba en el mismo cuaderno que, transcurrido todo ese tiempo, ni cincuenta páginas había conseguido escribir: había viajado, fui operado de una catarata, me mudé a Lanzarote… Y luché, luché mucho, solo yo sé cuánto, contra las dudas, las perplejidades, los equívocos que en todo momento se me iban atravesando en la historia y me paralizaban. Como si esto no fuese bastante, me desesperaba el propio horror de lo que iba narrando. En fin, acabó, ya no tendré que sufrir más. Sería ahora el momento de hacer la pregunta que a ningún escritor le gusta: <<¿Qué ha quedado de esta primera idea?>>. (No nos gusta porque preferiríamos que el lector imaginase que el libro nos salió de la cabeza ya armado y equipado). De la idea inicial diré que quedó todo y casi nada: es verdad que escribí lo que quería, pero no lo escribí como lo había pensado. Basta comparar la inspiración de hace cuatro años con aquello que el Ensayo llegó a ser. He aquí lo que entonces anoté, sin ninguna preocupación de estilo: <<Empiezan a nacer niños ciegos. Al principio sin alarma: lamentaciones, educación especial, asilos. A medida que se comprende que no van a nacer más niños con visión normal, el pánico se instala. Hay quien mata a los hijos al nacer. Con el pasar del tiempo van muriendo los "visuales" y la proporción "favorece" a los ciegos. Muriendo todos los que aún tenían vista, la población de la tierra está compuesta de ciegos tan solo. Un día nace un niño con la vista normal: reacción de extrañeza, algunas veces violenta, mueren algunos de esos niños. El proceso se invierte hasta qué —tal vez— vuelva al principio una vez más>>. Compárese… En cuanto a la palabra inspiración que ahí atrás quedó, aclaro que la utilicé en sentido estrictamente neumático y fisiológico: la idea estaba fluctuando por ahí, en el oloroso ambiente del Varina da Madragoa, yo la inspiré, y fue así como el libro nació… Después, pensarlo, hacerlo, sufrirlo, ya fue, como tenía que ser, obra de transpiración…
Idea para el Club de Torremolinos: recopilar todas estas anotaciones del Ensayo sobre la ceguera, leer y comentar el libro.
Cuadernos de Lanzarote II empezado.
Conversaciones con Felixa
Guonderful, la gata feliz
Felixa nos recibió con un endecasílabo de maullidos. Tenía muchas historias que contarnos, pero sobre todo una: había quedado a comer con Guonderful, la gata carey con el rabo cortado, la que se mudó hace poco cerca de nuestro jardín, donde habita y reina Felixa.
Allá que se fueron las dos juntas a comer. A la casa de Guonderful.
—Ya verás, ya verás —le decía por el camino—. Tengo una comida excelente y la casa es enorme y tiene unas vistas…
Y tenía que ser verdad porque cuando Felixa se quiso dar cuenta estaba con la lengua fuera, sin apenas poder respirar, subiendo la cuesta más empinada que nunca había subido.
—¿Queda mucho? —preguntó.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Artefactos para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.