¿Viste el vídeo del último artefacto?, te pregunto.
Empecé a verlo, pero estaba en inglés, respondes.
Tiene subtítulos.
No lo vi. Deberías ponerlo. Seguro que le ha pasado a más gente.
Te obedezco. Según las estadísticas del trasto este, dieciséis personas han pulsado el enlace. Si alguien lo hizo y se desanimó al ver que Jenny Jackson habla en inglés, que sepa que pueden activar los subtítulos en castellano. De verdad que merece la pena.
En el documental, sí que cuentan cómo se lesiona Usain Bolt, dices.
Aquí sí que me has pillado en un renuncio. No lo recuerdo.
¿Cómo?, te pregunto.
Bajando las escaleras de una discoteca.
En tus palabras hay desprecio. Te irrita. Tiene que ver con la falta de responsabilidad. En este sentido eres más estricta que yo.
Pero vuélvelo a mirar, dices. No vaya a ser que…
La historia de Usain Bolt funciona. La utilicé la semana pasada en los encuentros de Málaga, Murcia, Yecla y Cehegín. Esta semana, en Málaga y Fuengirola. Contada en modo conversación es mucho más divertida. Siempre se me olvida alguna parte, cosas del directo, pero algunas de las ocurrencias de los chavales me hace explorar caminos inesperados. Esta es la principal diferencia entre una charla y una conversación. Un rollo así, en plan TED Talks, de un ponente que sabe mucho y que ha tenido un montón de éxito y que te suelta un monólogo de cómo ha llegado hasta aquí. En un lenguaje muy ameno y con algún chascarrillo, pero monólogo.
O alguien que se interesa por el interlocutor.
Que dialoga.
Escucha.
Todo este esfuerzo merece la pena. Ataque de alergia incluido. Me digo a mí mismo cuando, terminando el tercer encuentro de la mañana, el octavo de la semana, el grupo de revoltosos/inadaptados/mastuerzos, que se había sentado al fondo dispuesto a liarla, siguen con atención mis palabras. Es necesario, pienso, e intento no ser vanidoso, no juzgar ni regañar, no dar consejos ni recetas explicando lo que tienen que hacer. Sobre todo cuando, al final de uno de los encuentros, mientras guardo mis rotuladores en el estuche, un chico se me acerca con medio folio en la mano.
Se me ha olvidado el libro. ¿Me lo podrías firmar? Y lo pego.
El aula vacía. Ese silencio. Antes de que termine la dedicatoria, continúa:
Yo estoy pasando por eso.
Se refiere a la depresión. A ese pozo con dientes que te paraliza, te asfixia. Esa lacra que infecta nuestra sociedad y de la que nadie se atreve a hablar. Tengo un nudo en la garganta.
Me gustaría que me dijeras algo, insiste.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Artefactos para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.