—¿Tienes hijos? —digo. Y él niega con la cabeza—. Yo tampoco. No entiendo porqué la gente tiene hijos. ¿Tú sabes por qué?
Mi hermano me pide que pare con la mirada. Por el contrario, el director de cine parece seguir divirtiéndose. El niño vestido de domingo se ha ido y el loco también. La abeja sigue muerta, allí a mis pies.
—Imagino que quieren darle sentido a su vida —digo—. Les da miedo morirse y que esto sea todo, ¿no crees?
—Nunca lo había pensado —dice el director de cine.
—Pero es egoísta. También es egoísta no tener hijos, muy egoísta, pero también es egoísta tenerlos. Creerte que puedes educarlos bien, que tendrán un trabajo que les guste y acumularán un montón de objetos, se escaparán los fines de semana, aprovecharán los puentes y disfrutarán de sus vacaciones. Nosotros somos los encargados de entretener a los padres, distraerlos de su vida sin sentido.
Mi hermano se revuelve, enciende otro cigarro. La abeja no estaba muerta, aún patalea bocarriba.
—La mierda que sale de mi cerebro —continúo— es a veces inconexa y otras contradictoria porque no tiene un discurso, es mierda. Y yo la suelto y la grabo sin pensar en las consecuencias. Ahí queda. Porque mañana estaré en otra cosa. Y si vuelvo sobre lo mismo será de otra manera. Los artistas no tenemos porque tener coherencia. El artista se hace preguntas y en la búsqueda de una respuesta, encuentra más preguntas. Aunque en el proceso de creación hubiera encontrado una verdad, no debería mostrarla. El artista no es un pastor. Para eso están los políticos. Los políticos sí dicen tener la respuesta. Lo anuncian con puestas en escena apabullantes, discursos vacíos con luces brillantes que señalan al contrario. El enemigo es el otro. El culpable de que estemos así. Y él tiene la solución. Han venido para salvarnos. Los políticos fingen ser pastores. Perdemos demasiado tiempo criticando a los pastores y no nos fijamos en el rebaño. Nosotros. Somos los auténticos responsables. Tenemos el poder, pero lo ignoramos. Se habla mucho del populismo ahora, pero no creo que sea nuevo, siempre ha habido charlatanes. Ni siquiera necesitan un plan porque el nivel de sus votantes es ínfimo. Estamos demasiado distraídos. Entre pantallas, memés y opiniones fútiles se nos escapa el tiempo y nos llega la jubilación y ya no queremos complicarnos.
Mi hermano no puede aguantar más y me interrumpe para pedirle perdón al director de cine. Se disculpa con varias frases manidas. Por mí.
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