El tipo de la corbata me dijo que aquello era imposible. ¿Cómo iba a saber él si me querían o no matar los Hombres G? ¿Acaso estaba él en la cabeza de David Summers? Yo sí. Había escuchado sus canciones millones de veces hasta descifrar el mensaje. No hacía falta reproducir el disco al revés. Aquello era demasiado sofisticado para aquel grupo de niños pijos. El demonio le había encargado esa tarea: matarme. Ese era su principal objetivo. No hacer canciones para que las adolescentes le lanzaran un sujetador sudado.
—El abogado se ofreció a concertar una reunión con ellos para que limarais vuestras asperezas.
El doctor Plutón utiliza frases como esta, “limar vuestras asperezas”, y espera que yo diga algo del mismo estilo, pero a estas alturas de la conversación ya no sé lo que digo y lo que pienso. Si el doctor conoce toda la historia, ¿de qué sirve que volvamos a recordarla? No tengo ninguna gana de volver a pasar por todo aquello. Eso es recordarlo, volver a vivirlo, traerlo al presente y sentir de nuevo toda aquella pena, el dolor, la congoja.
—Ese era el plan —atajé—. Él también formaba parte de la conspiración.
—Te ofrecían un suculento adelanto, no tenías que hacer ni vídeo musical, ni salir de gira, sólo grabar un disco.
Recuerdo la mirada dorada de mi hermano el día que nos dijeron la cantidad. Tenía un montón de ceros. Nunca habíamos imaginado que podríamos ganar tanto dinero. No era como para retirarnos, pero sí para vivir una temporada desahogados. Todos. La familia al completo.
—Pero no llegaste a firmar.
Digo que no con la cabeza. Se ha salido un hilo de mi camiseta, en el remate de la manga derecha. Lo enrollo con los dedos pulgar e índice y vuelvo a soltarlo. El hilo gira hasta recobrar su forma original.
—Te lanzaste sobre el abogado e intentaste ahogarlo.
No estoy orgulloso de aquello. Fallé y el demonio aún controla la voluntad de aquel tipo. Yo sólo soy un objetivo más en su cadena de maldades. Dicen que hasta tres personas tuvieron que luchar conmigo para detenerme. Sólo recuerdo la cara de mi hermano, muy roja, mirándome muy de cerca, gritando mi nombre. Volvería a hacerlo.
—Sé que no estuvo bien —agacho la cabeza en un gesto de constricción.
El doctor continúa tecleando en su ordenador, satisfecho.
—El domingo sabes que tienes una visita especial.
—Espacial —asiento.
—Tu familia vendrá acompañada de un director de cine.
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