Kasia se queda a dormir en casa. Mientras desayunamos, me contáis cómo fue la boda. Kasia me enseña el tatuaje que se hizo: la firma de su madre. Llevaba tiempo pensándolo y anoche aprovechó la ocasión, pero ¿cuántos habrá que se despierten hoy con un tatuaje del que se arrepentirán el resto de su vida?, bromeáis. Tú no te hiciste ninguno. Ni pequeño ni grande. Tomaste una Alhambra de las verdes y el resto de la noche tuviste que aguantar las bromas de los camareros (camareras incluidas) sobre tu consumo excesivo de agua. Con una rodaja de limón. No beber alcohol está mal visto en esta sociedad. Los que no beben alcohol no son personas de fiar, no saben divertirse y, seguro, son unos aburridos. Si eres de género masculino y además estás delgado, no te mereces ni siquiera que te califiquen como “hombre”. Para ser un hombre, y ahora también una “mujer”, tienes que beber alcohol, a ser posible cerveza en cantidades industriales (el vino blanco se considera demasiado sofisticado). Otro rasgo de hombre y de mujer empoderada es conducir a toda velocidad, jactarte de lo poco que tardas en llegar de aquí a ningún sitio. Y, para rematar la faena, un hombre tiene que ser musculoso o, en su defecto, grande, con barriga. La mujer, 120 de pecho. Por lo que hemos empezado a ver este verano en la playa, este mensaje ha calado entre las más jóvenes.
Un día regresó a casa del trabajo a última hora de la tarde, estacionó el coche y entró por la puerta de la cocina. Oyó que la televisión estaba en marcha en el cuarto de estar. La cafetera estaba en el fogón, a fuego lento. Desde donde estaba, con el bolso en la mano, podía mirar al cuarto de estar y ver el respaldo del sofá y la pantalla de la televisión. Por la pantalla se movían siluetas. Los pies descalzos de su marido sobresalían por un extremo del sofá. Por el otro, apoyada en un cojín atravesado en el brazo del sofá, vio la cabeza. No se movía. Podía estar o no dormido, y podía o no haberla oído entrar. Pero decidió que daba lo mismo, de todos modos. Dejó el bolso en la mesa y fue al frigorífico a coger un yogur. Pero al abrir la puerta, le vino un aire cálido y con olor a cerrado. No podía creer el desbarajuste que había dentro. El helado que había en el congelador se había derretido y había caído sobre las porciones de pescado y la ensalada de col. El helado había caído en la fuente del arroz y formaba un charco en la parte inferior de la nevera. Había helado por todas partes. Abrió la puerta del congelador. Sintió una bocanada de un olor asqueroso que le dio arcadas. El helado cubría la base del compartimiento y se adensaba en torno a un paquete de kilo de hamburguesas. Presionó el envoltorio de celofán que cubría la carne, y el dedo se le hundió en el paquete. Las chuletas de cerdo también se habían descongelado. Todo estaba descongelado, incluyendo otras porciones de pescado, un paquete de carne para asar y dos comidas chinas de Chef Sammy. Igual que las salchichas y la salsa casera de spaghetti. Cerró la puerta del congelador y sacó de la nevera el cartón de yogur. Levantó la tapa y lo olió. Entonces fue cuando gritó a su marido.
Nunca fuimos muy aficionados a “salir de fiesta”, siempre fuimos los raritos que preferían celebrar en nuestra propia casa o en la de los amigos. Sí, nos hemos emborrachado (yo más que tú, bastante), pero en esta etapa de mi vida siento compasión cuando veo a una persona de mi edad emborracharse como cuando teníamos treinta años. Puedo entender que los jóvenes se equivoquen y torturen su cuerpo de esa manera, pero un padre de familia, un profesional reputado, ¿todavía no ha aprendido la lección?, ¿todavía cree que eso es “pasárselo bien”? ¿Con qué autoridad puede ese padre de familia decirle a sus hijos que no lo hagan? Mis respuestas favoritas:
Yo controlo.
Cuando seas mayor, comerás huevo.
Todavía tienes el cerebro sin formar.
Solo la tercera contiene algo de verdad (ya que nuestro cerebro sigue evolucionando hasta el último de nuestros días), pero eso no significa que el consumo de alcohol en personas adultas sea inocuo. Todo lo contrario: beber alcohol es perjudicial para la salud. En cualquier cantidad. A cualquier edad. El alcohol es una droga alrededor de la cual se ha montado una industria millonaria de la que la publicidad y nuestro gobierno son cómplices.
Y no me importa.
Cada uno puede hacer con su cuerpo lo que desee, pero ¿por qué no hacen ellos lo mismo con el resto?, ¿por qué no son capaces de tratarte, incluso, con indiferencia? Además de la aversión humana a los distintos, a lo que se sale de la norma establecida, tu conducta les muestra su debilidad. Porque ellos necesitan drogarse para socializar, desinhibirse y todos los verbos que se te ocurran para eso que llaman “pasárselo bien”. Están programados para drogarse. Suena demasiado fuerte, pero no pienso borrarlo. La mayoría de ellos no lo necesitan, pero creen necesitar, lo que es todavía más triste, el alcohol, la fiesta, para celebrar.
Incluso para contemplar una puesta de sol. Mucho mejor con una cervecita en la mano, ¿no?
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