Cuando alguien me recuerda algo que he escrito en estos artefactos, lo primero que hago es preguntarme si sigo pensando lo mismo. La mayoría de estos textos surgen de una reflexión espontánea a partir de una situación cotidiana. Una reflexión a la que no pienso ser fiel. De hecho, cada vez corrijo menos qué digo y cómo lo digo. Por supuesto no sigo ninguna plantilla de esas que recomiendan los que escriben para redes o los expertos en boletines. Entre otros aspectos porque hace tiempo que esto ha dejado de ser un boletín para convertirse en un diario por entregas. Los artefactos son fruto del aquí y ahora, de un proceso de escritura que tiene sus deficiencias (el proceso, la autoficción como instrumento para entender la realidad, y el autor, Pedro Ramos). Los artefactos me sirven para explorar una emoción o un pensamiento. No son una solución. Esperar encontrar la iluminación en un texto de mil palabras es tan ingenuo como creerse una frase de Mr. Wonderful. Nadie tiene la solución a tus problemas. Que no es lo mismo que decir que tus problemas no tienen solución.
Todo esto para decirte que me está gustando tanto el libro que estoy leyendo que le voy a dedicar todo el artefacto. Corrijo: es posible que le dedique varios artefactos, a riesgo de que la editorial o sus autores me demanden por plagio.
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